30 de noviembre de 2009

Young Marble Giants - Testcard (7" EP) (1981)

Young Marble Testcard

Espacio, espacio, espacio. Esas son las 3 E que todo aspirante a la inmortalidad musical debe entender desde un principio, sea el extremo que sea: el atiborramiento sensorial de una pieza industrial de Killing Joke, el electro-pop grandilocuente de The Associates, hasta los 4’33” de John Cage. Son los silencios, las graduaciones de volumen de los distintos sonidos y los valores de producción y masterización en el caso de la música grabada, las que le dan la identidad a las piezas musicales, más aún si se trata de una presentación en vivo o una grabación en estéreo bien hecha.

Las famosas Loudness Wars que ya he mencionado, han hecho un daño tremendo a la experiencia auditiva contemporánea, fatigando y estandarizando la innumerable variedad que puede existir en la composición y la producción de un LP o una canción. Todo está arriba al mismo volúmen. En cierto sentido es la vuelta a las grabaciones mono (no tengo nada en contra de ellas, de hecho los primeros discos de los Beatles son más entretenidos en mono), excepto que en vez de perder lateralidad, pierden profundidad. Como si tomáramos al David de Miguel Ángel y lo pusiéramos bajo una aplanadora hasta que quedara plana como un papel. Y lo colgáramos orgullosos en nuestra pared porque ahora cabe en nuestra habitación. Patético. Por favor dejen el impacto de una pieza musical en su capacidad de mover la perilla del volúmen.

Colour Coded Paz // Paz Cromoficada

Si bien en los últimos 20 años el trazado evolutivo de la música popular anglo, y en menor medida en español (donde predomina la tradición romántica) se ha diversificado tanto hasta el punto de que el tronco primigenio del blues ha sido enlazado con otros troncos como la clásica, la electrónica, las músicas folclóricas, etc, siendo crecientemente simbióticos, todo es posible y nada sopla al olvido permanente a nada más. Hace algunas décadas era muy distinto, existía la posibilidad de establecer un punto de inflexión y de contraste con el medio circundantes. Cuando estalló la movida punk en Londres, y fue diseminada por la isla a través de lo numerosos sellos independientes que brotaron de esta (sin duda la mayor revolución que produjo el fenómeno), esta no llegó al mismo tiempo, ni produjo las mismas reacciones en cada lugar.

En un lugar como Cardiff, capital de Gales alejado del centro neurálgico y considerado por gran parte de la isla británica como un lugar lejano, campechano, parte de la trastienda de la isla, e inmerso en una cultura que ha sido dominada sin contrapeso por los ingleses por más de 5 siglos, emerge un sello independiente llamado Z Block Records, fundamental para que Young Marble Giants pudiera decir, “Hey, sí, no porque seamos galeses y “poco sofisticados” no podemos tomar nuestras armas y unirnos a esta nueva cruzada... pero a nuestra manera”. En consciente contradicción al sonido uniformemente saturado, acelerado y agresivo de las bandas punk de Inglaterra, los YMG, un trío integrado por dos hermanos (guitarra, bajo y máquina de ritmos) y la novia de uno de estos en la voz, deciden apegarse a una precariedad de recursos, donde el bajo es el instrumento melódico, la guitarra un afilado cuchillo a media luz y la voz es la pregonera de la hora subida en una carroza. No son los únicos que desarrollarían un sonido o ethos similar, pero en mi experiencia son los únicos que suenan suspendidos en el tiempo y por lo tanto eternos: los escuchas y no puedes encajarlos exactamente en una época. Algo parecido pensaba Kurt Cobain, probablemente el fan más famoso de la banda galesa.

Young Marble Testcard II

A primera escucha YMG son bien opacos, hasta medio fomes. Me imagino que en esta apreciación no ayuda el que los escuchemos a la distancia sin el momento histórico de novedad del sonido (por lo menos en el ámbito de la música pop/rock de sellos independientes de la época). Pero esta misma distancia es la que permite que podamos lentamente apreciar las delicias que esconde su obra que, digámoslo, no es para escucharlo en el auto excepto cuando está lloviendo, oscuro y te desconectas del taco a tu alrededor. Es la música justamente hipnótica que te lleva ese lugar zen del cual escapaste cuando tenías 15 años y querías salir a bailar y tirar. Es música para esos días de la semana en que te levantas una hora antes de tu horario habitual y no sabes que hacer con tu tiempo porque no puedes volver a dormir y el sonido de tu despertador es más aterrador cuando sabes que viene y sabes el momento exacto en que vendrá.

Colour Coded Paz II // Paz Cromoficada II

En cierta manera, Testcard es un EP que alude de lleno a estos momentos. Editado luego del éxito inesperado de su debut y único LP, Colossal Youth (1980) que perfectamente podría haber sido el motivo de esta entrada, pero decidí que este EP es más interesante y particular a la idiosincrasia del núcleo original de la banda, los hermanos Moxham. Testcard refiera a esos dibujos geométricos de colores que se ocupan para calibrar los colores de una pantalla o cámara de televisión y que, en tiempos inmemoriales (para quienes tienen menos de 25 años) eran usados como imágen estática en los canales cuando prendías tu televisor y no estaban transmitiendo, generalmente además con un constante, agudo e hipnótico sonido de pito. Sin la voz de Alison Statton, se permiten jugar un poco más con las líneas melódicas instrumentales, aunque sin exagerar. Los temas, todos instrumentales, recuerdan a esos temas de los programas infantiles de los 80, o a los programas científicos tipo Mundo al Instante, sazonado con un poco de música de carnaval. Bien inocente y nostálgico, y funciona perfecto como música a deshoras de la vigilia. El soundtrack adecuado a nuestras alucinaciones hipnogógicas e hipnocámpicas.

Nuevamente este EP es de esos vinilos que jamás esperaba encontrar y, francamente, se me había olvidado que existía (tanto de la historia de estos galeses no conocía). Estaba revisando floja y saltadamente una larga serie de 7" y perfectamente podría habérmelo perdido pero el destino me llevo a divisarlo. El nombre Young Marble Giants es muy difícil de obviar, supongo. Tenía el Colossal Youth ya en mi poder y conocía los temas por unos mp3 que había bajado unos años antes. Claro que no se ven tan bonitos como la portada de este EP. He dicho.

Young Marble Giants Testcard EP Inner Label

Unos temas del disco más otro de Colossal Youth. Si les gusta les recomiendo que busquen a Marine Girls también, con un sonido similar (de ahí saldría Tracey Thorn de Everything but the Girl).





22 de noviembre de 2009

Paul Weller - Stanley Road (1995)

"And I'm cutting down the wood
for the good of everyone!"

Cosiendo con Weller // Sewing with Weller

Corría el año 2004 y, como en muchos otros puntos de mi vida, me encontraba un poco perdido (ahora es más fácil y empoderador definirme como 'buscador', siempre inquieto, siempre husmeando). Como tantos otros chilenos tenía un trabajo que detestaba, sin horizontes entusiasmadores, y lo único que quería era darle un giro a mi vida que me diera la energía suficiente para seguir adelante en el próximo paso. En parte porque no tenía nada que perder mandé postulaciones a distintas universidades en el Reino Unido y por esas vueltas de la vida, sin muchas esperanzas previas, quedé en todas las que había postulado. Todavía me quedaban unos 6 meses antes de tener que irme. Con fuerzas renovadas decidimos casarnos con mi novia, ir cerrando el capítulo del trabajo en cuestión y, casi por casualidad, nos metimos a yoga con la amiga de una amiga para ejercitar "los rodillos". Carmen se llamaba ella y era una inglesa con el corazón enorme (se ofreció para ser nuestra testigo cuando fuimos a pedirle permiso al cura para casarnos). Ella fue quien un día en su casa nos mostró este disco y se convirtió en el soundtrack del proceso de llegar a casarnos con mi esposa y los primeros meses ya casados, en una vorágine apurada y deliciosa.

La primera vez que escuché a Paul Weller, en realidad mirar y escuchar, fue en el depto de una de mis cuñadas viendo un DVD del show de Jools Holland, precisamente de una canción de este disco, Woodcutter's Son. Con su pinta impecable de chaqueta corta, unos pantalones de corte angulado y un peinado mod con chasca; un sonido guitarrero clásico con harto oomph, clase y buen gusto, Weller era el epítome de la elegancia rockera, un verdadero estadista de primera clase, un embajador legendario en la ONU de la música popular. Ah, y además tiene una de las voces soul blancas más seductoras de la historia, sin mayor aspavientos, directo al callo y honesta, como misil cargado de testosterona dirigido a tu corazón. Con mi novia (esposa) queríamos escuchar más del oriundo de Woking. Por esas vueltas de la vida, luego de vivir un año en Brighton, llegamos a vivir a Woking. Habiendo ya comprado gran parte de la discografía de Weller en CD, nos emocionó de sobremanera saber que nuestra conexión con él tomaba un cariz distinto, aún cuando la ciudad es irreconocible en comparación a los años 60 cuando crecía nuestro invitado de hoy.

Todo análogo // All analog

Vivimos a dos cuadras de la calle que le da nombre a este disco, Stanley Road y, como puede resultar obvio, refiere a la calle donde se erigía su casa de infancia, de la cual no queda nada. En vez de la corrida de casas típicas de la época de postguerra, se erigen un edificio de departamentos baratos en un lado y un enorme edificio de oficinas (llamado Dukes Court) al otro. Si bien le guardamos un cariño especial a la ciudad en nuestros recuerdos, no podemos sino estar de acuerdo con Paul cuando dice en entrevistas que le da pena ver cómo han destruido el centro de la ciudad. Es cierto que los lugares están cargados de recuerdos que acarrean emociones y por mucho que cambien en el mundo físico, para nosotros siempre serán esa calle donde Don Pepe vende pan en la vereda del frente. Si bien no vivimos en el tiempo en el cual Weller crecía en esta calle, algo nos podemos imaginar al escuchar este disco, algo pescamos de la vitalidad que pulsa en él a través de su guitarra y voz.

El disco fue la señal más clara de que Paul Weller había vuelto a sus raíces más rockeras (aunque su disco anterior, homónimo, es igual de bueno que este) luego de un período con la incomprendida banda neo-soul The Style Council. El disco se vendió como pan caliente, con You Do Something To Me de single, en parte porque tanto Oasis y Blur (las dos bandas puntales de esos años en Inglaterra) proclamaban a Weller y su banda The Jam grandes influencias. Creo que además de una reapreciación de su obra por músicos más jóvenes no deja de ayudar que este es un disco con muy buenas canciones, sin puntos bajos y un sonido clásico que no ha envejecido un ápice. Mención aparte merece su cover de la canción pantanosa de Dr. John, Walk On Gilded Splinters y que me llevó a conocer el primer disco de este chamán vudú de Nueva Orleans (para otro día una entrada de este disco único).

Stanley Road Inner Label

Stanley Road tuvo el efecto benéfico de consolidar a Weller como un mito en vida, un ícono inglés con raíces profundas en la tradición, una parte importante del paisaje, del cual se espera que saque discos que, aunque con estándares de calidad disímiles, nunca baja de ser un disco bueno. Lo interesante es que cada persona con la cual hablo de Weller tiene un disco favorito distinto, de hecho para mí por mucho que amo este disco mi favorito es el último, 22 Dreams, un disco doble de peso, con el rango temático y conceptual más amplio de la carrera de Weller, aún cuando no es el más redondo. Siempre me han gustado los discos dobles o triples si es que contienen una colección de canciones notables, aún cuando no cuajen enteramente como LPs. Discos como el Álbum Blanco de los Beatles, el London Calling y Sandinista! de los Clash, Blonde on Blonde de Dylan, Marjory Razorblade de Kevin Coyne, etc. En cambio hay discos que son re consistentes como producto global pero que me terminan aburriendo un poco o mucho, como Exile in Main Street (sí, lo siento) de los Rolling Stones, The Wall de Pink Floyd o The Fragile de NIN. Escojan ustedes, seguro que tienen sus propios culpables.

El disco en vinilo lo vimos en vivo y en directo por primera vez en el museo de arte de la ciudad, el Lightbox que tiene una colección permanente de la historia de Woking y en la sección de músicos famosos mencionan a nuestro amigo Paul y como muestra tenían una copia en vinilo de este disco, cuya carátula fue hecha por Peter Blake (el mismo de Sgt. Pepper's). Recién ahí pude palpar el impacto real que tuvo el disco en el imaginario popular, aunque la bella portada sin duda que lo hace un objeto de arte en sí. En algún momento pensé en romper el vidrio y robármelo, pero mi adicción no ha llegado a tales extremos; tuve que conformarme con comprarlo por Ebay como regalo adelantado de cumpleaños, pero como ese cuento es tan fome, digamos entonces que sí me lo robé y soy un fugitivo de la ley: después de todo ¿quién no ha robado siquiera una barra de chocolates en el supermercado? Eso sí, jamás pensaría en comerme un disco de vinilo. Aún.










9 de noviembre de 2009

Orchestral Manœuvres in the Dark (OMD) - Organisation (1980)

"And all the order in our lives
Left some time ago
Along the way
We are the ones who never cry
Like we don't care
Today"

Organised Rain

¿Se puede hacer música soul con máquinas? En estos tiempos en los cuales prácticamente no se puede sino hacer música soul y R&B con máquinas electrónicas, a cargo de productores estrella (eso no ha cambiado mucho en todo caso, pensar no más en la producción en serie de Motown), siendo los que usan instrumentos tradicionales antiguos baluartes como Al Green o músicos contemporáneos con un manifiesto retro. Aunque podríamos pensar que la guitarra eléctrica es en sí un instrumento electrónico y no simplemente una guitarra acústica amplificada (pregúntenle a Pete Townshend sobre el uso del feedback y a todas las bandas post-punk, post-rock, etc), para efectos del argumento que quiero llevar a cabo aquí, no la consideraremos como tal.

La pregunta que inaugura esta entrada, era una pregunta que se hacían muchos jovenzuelos que, con la llegada del punk, se convencieron que no se necesitaba virtuosismo instrumental para hacer música vital y original. Para muchos de estos aludidos, a finales de los 70 el futuro estaba marcado no por la utilización de vejestorios como la guitarra y el bajo eléctrico, sino que por un instrumento que podía reemplazar a la banda entera y que por fin estaba económicamente al alcance de muchos. Estamos hablando del sintetizador (modelos como los Jupiter 4 y TR-808 de Roland; DX7 de Yamaha, o la larga lista del Sr. Moog) y su prima cercana la máquina de ritmos (drum machine). Algunos ilusos llegarían a pronosticar a principios de los 80 que hacia el final de la década la música de guitarras desaparecería del planeta. El mismo argumento utilizaron los cazatalentos de DECCA a principios de los 60 para no darles un contrato a los Beatles, por lo que sabemos que es un argumento que nunca dejará de estar equivocado, varias muertes le han pronosticado y varias resurreciones lleva el formato clásico de guitarras, bajo y batería.

The Weight of Technology // El peso de la tecnología

Olvidándonos por el momento de los vaticinios equivocados propios del entusiasmo desmedido, el ethos de muchas de estas bandas technopoperas de la época era una creencia firme en la necesidad histórica de inaugurar un futuro musical basado en sintetizadores (tanto como democratización de la creatividad, donde más que la artesanía del autor, fuera la idea la primordial, vieja idea trazable al urinario de Duchamp) como también en la esperanza que las máquinas traerían una libertad impensada. Nada de nuevo hay en esta visión de las cosas, pensemos solamente en el manifiesto Futurista a principios del siglo XX y sus derivaciones. Sin embargo, a diferencia de lo que llegarían a hacer los Futuristas (¿han leído algunas de las inverosímiles recetas de cocina de Marinetti?), la mayoría de las bandas del género basarían su esperanza en una nostalgia de un pasado inocente que nunca fue, como es la propuesta europeísta de Kraftwerk. Es una conciencia de que si bien existe la posibilidad de un futuro mejor, las lecciones de la historia nos enseñan que el único grano de arena que podremos atesorar más adelante es esa esperanza misma; una esperanza teñida de frustración.

Organisation comienza con una canción así, además de ser la más conocida del disco. Enola Gay trata sobre el avión del mismo nombre que tiró la bomba atómica sobre Hiroshima ese fatídico día de Agosto de 1945, como si en los gritos y el estallido la humanidad hubiera perdido la capacidad de romper el silencio (algo parecido a lo que hizo Alain Resnais con su clásico film Hiroshima Mon Amour). La canción llora por el escenario alternativo donde el avión se hubiera quedado en el hangar y no tuviéramos que lamentar las atrocidades que le siguieron. Creo que este tenor de la canción muestra con claridad las cualidades que hacen que OMD sean una banda tan especial dentro del género de la época: aún cuando tienen una fascinación y fe ciega en la tecnología (p.ej. la canción Genetic Engineering del disco posterior, Dazzle Ships, no es crítica sino que celebratoria de los cambios que traería la ingeniería genética... bien fascista en cierto sentido la canción, probablemente hecha con inocencia), hay cierta liricidad, romanticismo y melancolía en su música y letras que le dan un pathos particular que no tienen otras bandas, que se quedan más que nada en la postura japi japi medio sadomasoquista, o en una visión muy muy pesismista. Creo que tiene que ver con una mirada bien inglesa que busca con entusiasmo el explorar el mundo pero con cierto escepticismo frente al éxito. Lamentablemente la banda perdería esta particularidad a partir de Junk Culture (1986), volviéndose bien comerciales, razón por la cual creo que es una banda subvalorada actualmente, por lo menos en Chile aparte de Enola Gay que se puede escuchar y bailar en algunas fiestas 'indie' (puaj).

OMD Organisation Inner Label

El disco, como tantos otros, lo encontré en una tienda de caridad en Inglaterra, y lo compré casi de reojo, ya que contenía la canción mencionada... la tapa era hermosa, hecha por el ubícuo Peter Saville, con una foto del paisaje del norte de Inglaterra, en una mañana húmeda de otoño, sin personas, como si el pasado y el futuro que sería de las máquinas fueran exactamente lo mismo, como si nosotros los humanos fuéramos solamente un accidente de la historia. Pero al escucharlo notas una industriosidad frente a la pérdida (de vidas, del amor, de sueños, etc.) que si bien muy triste, además es un aliciente para, en primer lugar, seguir escuchándolo, y en segundo, para llevarlo contigo a esa habitación con las ventanas abiertas que son nuestras vidas. Bueno, por lo menos según el disco están abiertas, sólo tienes que verlas. Para cerrarlas hay otros discos, otros momentos y otros susurros en tu mente.

Les recuerdo que aparte del blog está disponible mi podcast Papas Fritas del cual publiqué el primer capítulo hace unos días atrás. Se ruega dejar comentarios y críticas.

Esta es la dirección del podcast:





8 de noviembre de 2009

La familia Numbre crece...

Luego de las solicitudes de muchos de mis lectores (bueno, en realidad uno...) decidí aumentar los miembros de la familia Numbre y agregar un podcast que, para no repetir lo que escribo en cada entrada, tomará algunos de los temas que toco en ellas y tomarán su propio rumbo. Dudo que cada podcast tenga un formato igual al anterior o el siguiente, sino que trataré de darle algún orden a las divagaciones que me surjan. Esto puede ser a través de entrevistas, trivia, lectura, pero siempre con selecciones musicales, que pueden ser del disco en cuestión o que se relacionan con este. Por el momento mi idea es ponerme al día con los títulos que ya han sido abordados, no necesariamente en el orden que tienen. Fin del comunicado, ahora escuchen el podcast inicial.

Aquí está el embedded player:







Para los que no pueden cargarlo la siguiente es la dirección:

http://srviernes.podOmatic.com

2 de noviembre de 2009

Dukes of Stratosphear - 25 O'Clock (1985) 12" EP

"When the straight plastic bowler men
grab your soul and pull
you down down down
call my name on your dream telephone
catch a saucer and I'll be around
blow 'em out of town
my love explodes"

We must leave the Mother Pod...

En el campo de la antropología existe una distinción básica entre la 'imitación' y la 'apropiación'. La primera es la actividad descerebrada de seguir los cánones de otra sociedad, cultura, moda, estilo, etc; la segunda es fruto de un proceso más elaborado y consciente, donde las influencias externas son transformadas e incorporadas a la cultura o visíón de mundo propias, como un fenómeno nuevo que en vez de reemplazar algún aspecto de esta visión, enriquece y expande. En la historia de la música popular ejemplos brillantes de lo último son bandas como Talking Heads con influencias de música africana en discos como Fear of Music (1979) y Remain in Light (1980); The Mekons con su originalísima fusión del punk con el country (en serio), que luego seguirían otras bandas en los 90 y 00 en el denominado género Americana. Ambas bandas logran, en un afán de abrir nuevos caminos para el medio en el cual desarrollan su visión artística, una apropiación original que revitaliza y reenergiza al resto de la escena musical en mayor o menor medida.

Pero también existe otro camino y el más común, a lo mejor menos 'original' pero que potencialmente es igual de entretenido e intrigante, aunque también el que propicia un mayor porcentaje de bodrios. Este camino es la revisión y explotación de movimientos, artistas, géneros que se encuentran en el pasado, como una manera de alcanzar cierta autenticidad (como Eric Clapton con el blues por ejemplo), simple nostalgia por el pasado (girl groups actuales como The Pippets) o un reconocimiento a la inmortalidad de 'clasicismos' como el soul, el rock mod (Paul Weller), etc. Dentro de este camino existe otra bifurcación más pequeña que son los discos homenaje que gruesamente se dividen en 2: los discos donde otros artistas versionan canciones de un género o artista y los discos que toman el 'espíritu' o los códigos de una escena musical o artistas. Este disco, que es simplemente otro disco de esa gran banda de Swindon, XTC, bajo el seudónimo de los Dukes of Stratosphear (Dukes de la Estratósfera, pero haciendo un juego de palabras con Fear, miedo, al final), se enmarca dentro de esta última división del género.

The Dukes of Stratosphear's 25 O'Clock Inner Label

Al tomar los modismos de sus bandas favoritas de la segunda mitad de los sesenta, con un espírtitu entre garage y psicodélico (más tirado para lo segundo), bandas como The Beatles, The Kinks, Pink Floyd (época Syd Barrett), The Small Faces, logran crear un sonido que si bien claramente referente a esa época es actualizado a los 80 y filtrado por la complejidad melódica que habían alcanzado y habrían de alcanzar en discos preciosistas como Skylarking (1986) y Oranges and Lemons (1989). Es más, sin este disco me atrevería a decir que no habrían podido realizar tan perfectamente los discos mencionados, al punto que como talla interna en los liner notes de Skylarking agradecen a los Dukes of Stratosphear por prestarles las guitarras. Plop. El disco es un claro ejemplo de lo que mencioné en una entrada anterior, acerca de la validez de la liviandad y puerilidad. Con este disco no salen a declarar nada más que un amor de larga data e influencia por estas bandas fundamentales en el desarrollo de la historia de la música popular y de sus propias visiones artísticas. Creo que los mejores discos de esta índole se pierden, en el mejor sentido, en el goce de simplemente hacer las canciones sin mayor consideración por la originalidad o la influencia posterior.

En el caso de este disco se puede hablar de un gesto que en la época resultó ser original pero que es más bien una rama muerta dentro del 'desarrollo' de la música popular anglosajona. Otro disco que me resulta parecido es el primer disco de los Traveling Wilburys, ese súpergrupo compuesto por Gearge Harrison, Roy Orbison, Bob Dylan, Tom Petty y Jeff Lynn, excepto que en vez de apropiarse de la obra de otros artistas se reciclan a sí mismos y logran un disco, si bien menor, muy entretenido y capaz de resistir escuchas recurrentes. ¿Qué más se puede pedir? Cada vez creo menos en los discos que te 'cambian la vida', me parece que esos discos importantes en tu vida lo que hacen es señalarte otro camino, amplían tu espectro musical y vital, pero son más bien acompañantes de un proceso de cambio que es interno, propio e independiente. Quizás es mejor hablar de una sincronía fortuita y sin destino.

25 O'Clock Temple

La primera escuchada fue a principios de los 2000 después que, finalmente, hice bolsa una copia de Pet Sounds (1966) de los Beach Boys. Usando el ubícuo Audiogalaxy, digno sucesor de Napster, busqué música actual que el público encontrara parecido a los Beach Boys de Pet Sounds. Aparte de una canción que es una bien patente referencia musical a los pseudo surferos, ésta era música de otra índole, pero intrigante al mismo tiempo y, en mi ignorancia absoluta, de cierta originalidad encapsulada extemporáneamente. Este EP a mediados de los ochenta fue recopilado junto al LP posterior (Psonic Psunspot, 1987) en un mismo CD llamado Chips from the Chocolate Fireball (1987) y que permaneció descontinuado hasta este año, por lo tanto cero culpa en descargarlo. Ja, como si alguien la sintiera en realidad, es más fuerte la desesperación por la dosis que calme el delirium tremens.

El vinilo en sí lo encontré, como tantos otros, entre cajas y estantes en Snoopers Paradise en Brighton. En todos mis años en el Reino Unido, esta es la única copia que encontré en mis cazas, raro ya que es un disco que se vendió respetablamente cuando salió por primera vez. La única explicación que se me ocurre es que una gran mayoría de las personas que lo compró en la época lo sigue atesorando en algún lugar de su hogar u ático, aunque sea porque la carátula les resulta suficientemente colorida para decidirse a enmarcarla en algún momento del futuro no tan lejano. Algo parecido me sucedió con el LP Psonic Psunspot el cual encontré con gran alegría en el Marché aux Puces de Bruselas y que el vendedor me lo recomendaba como "Psychedelic! 80s psychedlic! Very Good! Psychedelic!" y luego de vendérmelo sus manos se tornaron en arcoiris de madre perla con olor a crema pastelera, al mirarlo a los ojos, ví que eran como bolas de espejo de discomeccas del siglo XXXIV, su boca un semáforo de luces prendidas púrpura pupal, en clave morse insistía en mi oído, "relaxafloat downscream, wakey wakey doctor rubor you're the mole from the ministry, go seed emily plain!!" y luego le crecieron alas de ángeles nubilosos indochinorcos descendiendo en cámara de fotograbismos lentos, lamiendo mi cara a dos lenguas de perro labrador rojo con pintas doradas. O algo así.

Vean los videos!