"Furry kind of greeting, not exactly hostile"
En mi mundo musical, David Bowie es el epicentro del terremoto. Claro, antes de Bowie había pasado por mi fase con los Beatles, Queen y A-Ha (en serio, son mejores de lo que piensan), pero fueron legados de gustos de mi padre y mi hermano mayor, o una infatuación prepúber como fue con Queen (los he redescubierto recientemente, aunque ahora son otros discos y canciones que me gustan). Con Bowie fue inicialmente así, pero fue el primero que decidí explorar más por mi cuenta, sin atenerme a lo que pertenecía a la colección musical de mis antecesores familiares, de tomar la clave decisión de gastar la mesada en música en vez de dulces en el recreo... o copete los fines de semana posteriormente... es decir, mi primer paso como melómano adulto. Explico todo esto porque mi acceso a Robert Wyatt puede ser rastreado indirectamente a Bowie. Casi diría que con todo disco en mi colección podemos hacer un juego de Seis Grados de Separacíón entre XYZ y el Duque Blanco.
¿Y cuál es el rastro? Bowie se enmarca en la primera mitad de la década de los 70 dentro de lo que se conoció como el Glam Rock (el original, no el de los 80 con Poison y Twisted Sister). Dentro de esta escena había una gran gran banda llamada Roxy Music (ya conocía su último disco de estudio, Avalon, a través de mi padre). En los dos primeros discos de Roxy Music uno de los integrantes era un tipo llamado Brian Eno, un genio musical y estratégico que revolucionó la manera de hacer música rock al considerar al estudio como un instrumento más (sino el más importante) y que llegaría a ser uno de los productores de base de U2 y Talking Heads. Bah, es incluso más directo, Eno fue pilar fundamental en tres discos geniales de Bowie, la llamada trilogía de Berlín (aún cuando sólo uno se hizo allí): Low, "Heroes" y Lodger. Es Brian Eno quien aportaría el último (o primer) enlace, ya que en 1997 leí en un sitio web dedicado a él que había participado en un disco de un tipo llamado Robert Wyatt, como co-compositor en un par de temas, apoyo logístico y moral y también tocando teclado en algunos de estos. Este disco se llamaba Shleep.
Wyatt es un tipo que a esta altura parece el viejo pascuero, con su pelo y barba larga blanca. A diferencia del viejo pascuero no anda en trineo sino que en silla de ruedas desde hace más de treinta años (y no reparte regalos, siendo comunista probablemente lo encontraría una manifestación de la alienación del hombre en este mundo capitalista). Se cayó borracho de un balcón en una fiesta mientras acompañaba a su esposa (Alfreda "Alfie" Benge, dibujante de la portada del disco y autora de algunas de las letras de las canciones) quien trabajaba en el clásico film Don't Look Back de Nicholas Roeg, situado en Venecia. Como muchas otras personas que repentinamente se ven enfrentadas a un cambio tan radical en sus vidas, Wyatt lo vio como una oportunidad (incluso un regalo del destino) de verse principalmente como compositor y no como batero que compone (había sido echado unos años antes de la banda que había formado en los 60s, Soft Machine) y comenzó su carrera solista con la publicación de su primer LP, Rock Bottom (1974), un clásico.
Nuestro invitado de hoy sabe tocar con diversa experticia los siguientes instrumentos: batería/percusión, teclados/piano, corno, trompeta, violín y bajo; pero, aunque él lo considere un disparate, a mi modo de ver el instrumento que mejor usa es su propia voz. Es una voz delgadita, muy aguda casi falseto (aunque ha perdido un poco sus registros más altos con la edad), sin mayor manejo técnico rayando en el desafino, como de un niño muy inocente que recién explora el mundo, o un viejo que ya está cansado de sus viajes y sólo quiere descansar. Es una voz que se salta la adultez, ese período donde nos compramos el cuento de que dominamos nuestro mundo, de la sorpresa a la desilusión es sólo un paso al vacío. Ryuichi Sakamoto llamó a su voz "el sonido más triste del mundo" y no puedo estar más de acuerdo.
Lo encontré en CD por casualidad en una de mis visitas semanales a una de las disquerías principales de Chile (de esas que matan la música, luego aprendí...) y ya que sabía que salía Eno ahí, lo compré con bastante entusiasmo. La edición en vinilo la encargué antes que saliera oficialmente por internet al sello Domino, quienes el año pasado (2008) reeditaron toda la discografía de Wyatt en vinilo, incluyendo este disco y el siguiente, Cuckooland (2003), que nunca habían sido editados en el formato. Por supuesto, mi boca musical salivaba copiosamente cuando supe que habían hecho esta movida, nunca creí que saldría.
El nombre del disco es un neologismo que une las palabras Sheep (oveja) y Sleep (dormir). El nombre hace alusión al aire general medio pastoral del disco pero también al primer tema de este, Heaps of Sheeps y que es una de las grandes canciones de la historia sobre el insomnio, medio juguetona, medio ensoñadora y un poco desesperada/ante por no poder dormir (la letra es de Alfie, quien no sufre de insomnio, pero Wyatt sí). La instrumentación es levemente distinta a lo que se encuentra en el resto de los temas, aunque tiene el mismo peso, con arreglos livianos y fácilmente legibles, pero siempre con armonías bien extrañas que tienen su raíz más bien en el jazz (¿modal? no lo sé, estoy aprendiendo) y se escapan de la tradición más rockera, de la cual Wyatt se siente ajeno. Y encima de estas bases Wyatt desarrolla unas líneas melódicas bien largas, generalmente lentas, muy íntimas, como si estuviera conversando de lado en la cama con nosotros, las cabezas en las almohadas, los ojos cerrados.
Con este disco además comenzó a consolidar lo que considera su establo de músicos invitados donde los puntales han sido Brian Eno, Phil Manzanera (otro ex Roxy Music) y Paul Weller (otro grande, ya vendrá más de él por estos lares). Este último aporta todo su elegancia musical en la guitarra slide en "Free Will and Testament", mi canción favorita del disco y que emerge como una reflexión concentradísima sobre el determinismo v/s el libre albedrío. Por sobre todo es una canción que haría llorar a una estatua.
Una cosa que sorprende de Wyatt, en este disco y los que vendrán es que, tratándose de alguien que pasó los últimos años de los 70, todos los 80 y la primera mitad de los 90 mirando musical y culturalmente hacia horizontes no anglosajones (vivió varios años en España, donde publicó Dondestan, 1991), produce música que no puede sino catalogarse como existencialmente inglesa. Cuando uno escucha sus covers de Te Recuerdo Amanda, Yolanda, Arauco (las dos primeras incluidas en esta edición en vinilo), uno escucha innegablemente al extranjero que admira una cultura ajena pero que vive frustrado por su impenetrabilidad final. No sólo me refiero al obvio acento gringo con el cual canta Wyatt (¿nos escucharán así los gringos cuando cantamos en inglés?) sino a la sensibilidad musical con la cual aborda estos temas, la instrumentación y que conjuga perfectamente con el resto de su obra y, como ya lo mencioné, su voz. Es parte de la naturaleza escéptica del ciudadano inglés, pero siempre con un cargadísimo núcleo emocional que se vive como un profundo respeto por el otro y una capacidad latente de una explosiva ira hacia las injusticias. No olvidemos que es la cultura de las gracias y los disculpa. Es también la paradoja de un individuo que se define como materialista pero que gana su pan de cada día con el arte más abstracto y volátil que existe.
Les entrego unos cuantos videos, de los cuales sólo el primero es del disco, ya que lamentablemente no pude encontrar más. Las otras dos son un cover, de Elvis Costello (aunque es más suya a mi parecer) y un tema de Old Rottenhat, un disco del 86. Igual vale que conozcan más a este tatita colores.
UN GRANDE!
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